Como prometí, os muestro la segunda parte de mi reportaje fotográfico de Santiago de Compostela y también de Fisterra. Podéis pinchad en las imágenes para verlas a mayor tamaño.
Para la portada, elegí el último cruceiro del Camino, situado en Fisterra; aparece como un fantasma de piedra, emergiendo entre las rocas. Lo que se siente al estar allí, mientras el viento te azota impetuosamente, sin discernir la línea del horizonte, donde se fusionan cielo y mar, no se puede explicar con palabras. No me extraña que bautizaran a este enclave con el nombre de finis terrae (del latín: Fin de la Tierra), porque así lo parece.
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Cruceiro de Fisterra |
Regresando a Santiago, me gustaría enseñaros algunos pazos (casas solariegas tradicionales gallegas que antaño eran las residencias de personas importantes) y lugares emblemáticos de la ciudad.
La Praza do Obradoiro es el corazón de Compostela, su nombre alude al obrador, refiriéndose a los canteros que trabajaban en la construcción de la Catedral. Al este de la plaza, la fachada de la Catedral se une al Museo y al Pazo de Xelmírez, de estilo románico (siglo XI), aunque en el siglo XVIII se le añadió un nuevo piso sobre los dos iniciales. Al oeste, se encuentra el Pazo de Raxoi, la actual sede del ayuntamiento; un edificio neoclásico del arquitecto francés Carlos Lemaur en 1766. Al norte, está el Hostal dos Reis Católicos, de estilo plateresco, diseñado por Enrique Egas; este edificio servía antiguamente para albergar a los peregrinos (irónico, pues ahora es un parador de 5 estrellas Gran Lujo). Al sur, el Colexio de San Xerome, que pasó de hospital de peregrinos a residencia de estudiantes y que ahora es el Rectorado de la Universidad.
La Praza de Cervantes es el núcleo principal del casco histórico y antiguamente se la denominaba plaza del Pan o plaza del Campo, pero en 1840 cambió su nombre al actual porque fue colocada una estatua del ilustre escritor. En esta plaza estuvo ubicado, durante doscientos años, la sede del ayuntamiento hasta su traslado en 1787.
La Casa da Parra es uno de los edificios que componen el conjunto arquitectónico de la Praza da Quintana, ubicada sobre su escalinata, parte conocida como "Quintana de Vivos" (y me pregunto si no será de bajar tal escalinata cuando la plaza cambia a "Quintana de Mortos"). La casa, en sillería de granito, es obra de Domingo de Andrade en 1683, aunque el último piso es un añadido del siglo XX. Actualmente está dedicada a sala de exposiciones de artistas gallegos y es de acceso gratuito.
La Casa do Cabido fue construida en el siglo XVIII por Clemente Fernández Sarela, con la función de cerrar el espacio de la Praza das Praterías; su fachada es un ejemplo del esplendor barroco compostelano y alberga en su interior una exposición de fotografías antiguas de la ciudad de Santiago; su entrada es libre.
El Pazo de Bendaña, en la Praza do Toural, y el Pazo de Fondevila, situado en la Rúa das Casas Reais, datan del siglo XVIII y ambos son obras barrocas del ya citado Clemente Fernández Sarela (este señor se edificó medio Santiago).
En cuanto a iglesias, me he obligado a ser selectiva porque, aunque he tenido el privilegio de visitar más templos de los que aparecen destacados en un plano convencional, no quiero abrumaros. Pero si os interesa alguna iglesia en particular que no haya nombrado, me tenéis a vuestra disposición.
La Capela das Ánimas empezó a construirse en 1784 con planos de Miguel Ferro Caaveiro. Posee una planta rectangular con nave única, tres capillas laterales a cada lado y presbiterio.
Lo más destacado es el frontis neoclásico de su portada sobre columnas de orden jónico, mientras que el interior nos deslumbra con su presbiterio, con un arco triunfal cóncavo.
El Convento de San Francisco es del siglo XIII, pero la fachada es barroca (siglo XVIII), diseñada por Simón Rodríguez y rematada por Fray Manuel Caeiro, por lo que la decoración se diferencia, cambiando al neoclásico por encima del entablamento.
La planta de cruz latina posee tres naves y el crucero está cubierto por una bóveda de cañón con cúpula de media naranja en las pechinas. A las naves laterales se abren quince retablos, la mayoría de Fray José Rodríguez, como el retablo central.
En este convento se puede visitar el Museo de Terra Santa, donde exponen objetos referentes a los Lugares Santos y de tradición peregrina. En mi humilde opinión, que podéis o no compartir, el museo es algo insípido en comparación con el del Mosteiro de San Martiño Pinario.
El Mosteiro e Igrexa de San Paio de Antealtares se fundó en el siglo IX para cuidar el sepulcro de Santiago, pero la actual construcción pertenece a los siglos XVII y XVIII, ya que la iglesia primitiva fue derrumbada. La planta de cruz griega fue diseñada por Gabriel de Casas.
A través de la iglesia podemos acceder al Museo de Arte Sacra, donde se conserva el antiguo altar del sarcófago apostólico, regalo de Xelmírez, y substituido por otro más grandioso en la Catedral.
La Igrexa de San Fructuoso, de estilo churrigueresco, fue construida por Lucas Ferro Caaveiro en el siglo XVIII. La fachada está concebida para ser vista desde la Praza do Obradoiro, por lo que la decoración se centra en la cornisa superior, donde se sitúan las figuras de las cuatro virtudes cardinales: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza.
En el interior, de planta central, destaca el Retablo Mayor de Luis Lorenzana en 1769, y la Piedad neoclásica de Antón Fernández o Vello.
Y para culminar mi viaje a Santiago, antes de adentrarme en "El fin de la Tierra", he dejado para el final la Casa de Fonseca y la Facultade de Xeografía e Historia, con una visita guiada al Patrimonio Histórico de la USC (Universidad de Santiago de Compostela).
En compañía de Rosi, nuestra magnífica guía, y un grupo de lo más encantador y variado, visitamos el actual Colexio de Fonseca, impulsado en 1507 por Alonso III de Fonseca; aunque todo comenzó en 1495 con Lope Gómez de Marzoa, al abrir una modesta escuela de gramática, así se convirtió en una de las universidades más antiguas del mundo.
Visitamos el claustro, el salón de actos (en el cual Rosi nos indicó que nos sentáramos donde nos placiese, así que yo me acomodé en el sillón presidencial, como si me fuera a otorgar un poder especial para arreglar el mundo) y la llamada Biblioteca América, única en el mundo por su temática y donde se guarda el libro de Horas de Fernando I de León, fechado en torno al 1055 y considerado el más antiguo de Compostela.
La visita se continúa hasta el Colexio de San Xerome y, recorriendo las calles compostelanas y deteniéndonos en algunos pazos, llegamos a la actual Facultade de Xeografía e Historia, donde accedimos a su Paraninfo y a su Salón de Lectura, inspirado en las bibliotecas monásticas. Como colofón, subimos a las cubiertas de la facultad con unas vistas de 360 grados, unas de las más maravillosas de Compostela.
El precio de la visita guiada (7 € por persona) te deja un poco descolocad@ y más si no se conoce de qué trata, pero no defrauda en absoluto y la recomiendo encarecidamente; de lo que podéis arrepentiros es de no asistir porque es fundamental para comprender la historia de esta ciudad de una manera entretenida y didáctica.
En la visita me permití el lujo de descansar un poco de la cámara, así que la mayoría de las fotos he de agradecérselas a Jorge, que demostró poseer excelentes dotes para la fotografía.
Y como si fuese una peregrina más, llego a Fisterra, al fin del Camino y de este reportaje, que deseo de todo corazón que os haya gustado.
Los orígenes de Fisterra se pierden en el tiempo como la bruma del océano Atlántico en la Costa da Morte, pero la singularidad geográfica de este lugar atrajo a historiadores desde tiempos inmemoriables.
Cabe destacar la Igrexa de Santa María das Areas de Fisterra, construida en el románico con granito autóctono. Posee una nave central con contrafuertes y escasos vanos y cuenta con un pórtico sin parteluz de dos arquivoltas.
En cuanto a los cruceiros, siempre me han llamado la atención estos monumentos con forma de cruz y generalmente de piedra, que se ubican en las encrucijadas (cruces de caminos) o lugares en los que antiguamente existían cultos paganos a la naturaleza.
Aparte de su simbología religiosa, giran torno a ellos numerosas leyendas; una de las más atrayentes es la que está relacionada con la Santa Compaña. Se cuenta que esta procesión de muertos vaga hasta la casa del futuro fallecido, pero si la Santa Compaña se cruza con quien la ve no podrá capturar su alma si la persona se halla en los peldaños de un cruceiro. (Yo, por si acaso, me subo a ellos, que habelas, hainas...)
El Faro es el más importante de la Costa da Morte pues guía a los barcos por estas aguas peligrosas y avisa de sus arrecifes.
En la Cruz del Cabo Fisterra, los peregrinos colocan papeles en los que escriben sus deseos y también dejan exvotos, notas, velas... (Y perdonad por los cabellos despeinados, la risa de loca y la pose de echar a volar, pero con vientos de más de 100 Km/h me volaba literalmente y la única forma de no salir despedida era mantener las rodillas flexionadas).
Como es el último punto del Camino, aquí los peregrinos queman sus ropas y en su honor está la pequeña escultura de la Bota del Peregrino.
En mis largas caminatas por Santiago, mi cabeza no ha parado de recitar uno de los versos más bonitos del poeta Antonio Machado: Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Y de vuelta a Madrid, regreso con una sonrisa melancólica pues, pese a que me traigo gratos recuerdos de mi estancia, grandiosas fotografías y los pies destrozados, tengo ganas de volver; deber ser esa la morriña de la que hablan cuando conoces Galicia.