viernes, 11 de marzo de 2011

11-M

11-M
Fotomontaje digital asistido por ordenador.
(33,23 x 22,82 cm)

Era Jueves. Lo recuerdo perfectamente, aunque hayan pasado ya siete años. Los alumnos de 2º año de Ilustración, lo que me encontraba cursando en 2004, siempre entrábamos una hora más tarde a clase los Jueves. Llamadlo suerte, casualidad o destino.
Los estudiantes y profesores de la Escuela de Arte Número Diez, tomaban los medios de transporte necesarios o iban caminando desde sus domicilios (los que vivían más cerca) para acudir al nº 25 de la Avenida Ciudad de Barcelona. Yo siempre me desplazaba a la escuela siguiendo el mismo itinerario rutinario; tomaba la Renfe en Alcorcón hasta la estación de Atocha y allí, si iba demasiado cargada con mis bártulos, mi mochila y mi enorme carpeta, cogía el metro hasta Menéndez Pelayo (línea 1, dirección Congosto antes de su ampliación) en vez de darme el paseo transportando tanto peso, y con más motivo si hacía frío o estaba lloviendo, no por mojarme yo, sino por los desperfectos que la lluvia pudiera ocasionar a mis trabajos.

Aquella mañana del 11 de Marzo no me despertó el "kikirikí" del reloj-despertador como tenía previsto, sino el teléfono. Medio soñolienta, desperezándome por el pasillo y con más legañas que palabras me tiré de la cama para contestar a la llamada antes de que colgaran.
De repente, la noticia que me estaba comunicando mi pareja al otro lado del auricular y desde su casa me quitó el sueño de golpe, como una bofetada en plena cara; estaba a punto de comprobar que uno de los peores acontecimientos de la historia reciente de España estaba sucediendo.
Como reacción lógica me cundió el pánico de inmediato; alterada y nerviosa encendí impacientemente tanto la radio como la televisión (por aquel entonces no tenía ni conexión a Internet) para poder informarme más a fondo de las explosiones de aquellos vagones de trenes de Cercanías. Todas las autoridades, servicios de emergencia y atención sanitaria se desplegaron, los periodistas estaban sumidos en un auténtico caos, no había imágenes disponibles que mostrar al público y toda noticia referente a la masacre parecía llegar a los medios de manera insuficiente y escasa, y a veces hasta precipitada y errónea.
Ante la tensión, el terror instalado en el cuerpo y el desasosiego que me sacudía, mi teléfono móvil y el fijo no pararon de sonar, pues mis familiares, amigos y conocidos querían cerciorarse de cómo y dónde me encontraba; las líneas telefónicas se colapsaron y yo tampoco cesé de llamar a todos los que conocía para saber si estaban bien, entre ellos, telefoneé a mis compañeros de clase, que vivían en sitios tan dispares y distantes del centro de Madrid como Alcobendas, San Fernando de Henares, Leganés, Alcalá de Henares...

A día de hoy no sé expresar con palabras los sentimientos que afloraron en mí ante la tragedia que conmocionó a toda España y se hizo eco en el resto del mundo, o mejor dicho, prefiero no rememorar demasiados detalles para no revivir tanto dolor pues cosas así jamás se olvidan, se quedan grabadas para la posterioridad en la memoria personal y colectiva.
Mis problemas y preocupaciones se redujeron a cenizas, me parecían insignificantes comparados con lo que sentí y vi en Atocha días posteriores a los atentados. La multitudinaria manifestación que se echó a la calle en busca de consuelo más que para protestar porque nada se podía arreglar ni remediar ya, esas fotos de las víctimas, personas normales como yo, que plagaban cada rincón de Atocha; las paredes y los suelos de la estación repletos de escritos, dedicatorias, lazos negros y poemas, y ante todo, ese intenso olor a cera de las velas encendidas que atoró por completo un olfato tan susceptible como el mío. Si Dios posee nariz tuvo que oler esa cera aunque no estuviese cerca, porque así es como muchos nos sentimos, desamparados, consternados y preguntándonos si Dios estaba aún ocupado en recoger a tantas almas apiladas en los andenes.

Fotografía sacada de elsiglodelasluces.net

El Lunes siguiente, 15 de Marzo, era mi cumpleaños y asistí a clase casi obsesionada por recobrar la normalidad y estabilidad, pero era una utopía hasta imaginarlo durante el trayecto, todos los viajeros, incluida yo, nos miramos en silencio y no nos hizo falta abrir la boca para comunicarnos y saber lo que rondaba por nuestras mentes; los policías salpicaban con su notoria presencia las estaciones y más que sentirme protegida me entró más miedo del que tenía ante tanto agente uniformado; en clase todo eran caras largas, angustia, tristeza y ojos enjuagados en llanto e impotencia; fue el cumpleaños más amargo de mi vida y como único regalo deseaba el imposible de dar marcha atrás en el tiempo para evitar lo acontecido y recuperar esas vidas sesgadas.


Esta vez no he publicado esta entrada para exponer mi obra en sí como viene siendo habitual, aunque me hubiese gustado que la ilustración que la encabeza la hubiera creado para una novela de ficción y no dedicada a conmemorar un suceso real de estas características; sólo quería compartir con vosotros esta vivencia, que no es la más intensa ni la más impactante de todas las que se pueden contar, es simplemente la mía.

Me gustaría despedirme con un humilde vídeo que yo misma he montado (el primero que monto con fotos y música en plan casero, así que es de lo más sencillito; mi buena intención se antepone al resultado) con una compilación de imágenes de Internet y una canción bastante dura y poco conocida de la banda de rock española "Sínkope", titulada "Charcos de quejíos en el suelo", basada en el 11 de Marzo e incluida en el álbum "Humo de Contrabando".

15 comentarios:

  1. Me uno a tu conmemoración. Aunque yo no lo viví tan de cerca como tú, es algo que no se olvida nunca, ni a las víctimas, ni a sus familias y amigos.

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  2. Desde luego fue un día que nos marcó a todos. En Torrejón hubo un grandísimo despliegue de policía y GEOS, porque no sé si recuerdas que ésa era la línea donde pusieron varias bombas. Se cree que se subieron en Alcalá y bajaron en Torrejón. Vamos, que si ése día me hubiese dado por saltarme las clases e irme a Madrid (que no habría sido tan raro...), probablemente iría en ese tren. No sé si a esa hora, pero probablemente.

    Años más tarde, cuando empecé la universidad, conocí a una persona que viajaba en ese tren. Subió en Entrevías, y salvó la vida porque la bomba que iba en su vagón, no estalló. Aunque sí las de alrededor. Desde luego, son muchas las historias que se pueden contar, muchas casualidades, gente que se durmió y no cogió ese tren, etc.

    Fue un día muy triste, para todos. Recuerdo qeu en mi instituto, creo que al día siguiente, hicimos una sentada. Empezó con los alumnos, que nos saltamos las clases y nos sentamos, silenciosos, serios... en la pista de baloncesto. Poco a poco se unió más gente. Empezaron a llegar profesores, al principio pensamos qeu para echarnos de allí y mandarnos a clase, pero no: se sentaron con nosotros. Incluso el director.

    Fue un día trágico, lleno de mentiras por parte del Gobierno, y que nos ha marcado para siempre. Pero también es un día qeu demuestra que los humanos somos buenos. No hablo de los que pusieron las bombas, cegados por una guerra religiosa. Hablo de toda esa gente que ayudó, que estuvo allí para sacar a los heridos, para ofrecer su apoyo. De periodista que, habiendo oído las explosiones desde su casa, salieron, cámara personal en mano, y grabaron vídeos de dudosa calidad, pero sinceros. Con voces temblorosas, al igual que las imágenes de la cámara, se acercaron a un lugar peligroso para poder ofrecernos a todos la verdad.

    Y sabes algo más que nos salvó, tanto a los que pudieron haber muerto como a los qeu nos habría afectado indirectamente?? Que las bombas no estallaron cuando debían. Pretendía volar por los aires la estación de Atocha, que los distintos trenes cargados de mochilas-bomba, estallasen al entrar a la vez en la estación. Por fortuna, se adelantaron y sí, provocaron destrozos, sesgaron más de un centenar de vidas, pero pretendía hacer aún más daño. Algo nos salvó.

    Sabes el cono que hicieron en Atocha?? En conmemoración a los caídos? No puedo entrar. Creo que estuve una vez y casi me da un ataque de ansiedad. Para este tipo de cosas soy excesivamente empática (ya leyendo tu entrada me he puesto a temblar y las lágrimas vienen a mis ojos), y, aunque el bosque de Cipreses que plantaron en el Retiro pretende lo mismo, no me afecta igual.

    Un besazo guapa... y me alegro de que los jueves entrases una hora más tarde.

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  3. No me paso nunca a comentar, pero cuando me paso... mira qué pedazo de comentario que te dejo...

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  4. 7 años ya… ayer me estuve acordando sobre todo del lunes 15 que fue cuando volvimos a la escuela.
    Me acorde del viaje de ida en el cercanías hacia Atocha, se notaba que aún había miedo a viajar y esa mañana eché de menos a ciertos viajeros que compartían con migo este trayecto a diario, esas ausencias me hicieron ir todo el viaje en tensión y recuerdo que subí la música de mi discman para intentar controlar el miedo.

    La llegada a Atocha fue muy emotiva, por respeto me quité la música y fue ahí cuando me di cuenta del silencio sepulcral que había. Lo segundo fue mirar hacia el andén 2 (dónde estalló el tren), pero un cercanías parado no me lo dejo ver, así que levanté la mirada y me quedé observando a todas las cristaleras que estaban tapadas, no quedó ninguna en pié.

    Vaya que si recuerdo que era el día de tu cumple, vaya que sí, porque tu ahí hablando de este tema en un día que se te suponía de alegría.

    Que entrásemos una hora más tarde nos hizo estar un poco más tranquilos con respecto a los compañeros, pero aun así una de nuestras compis llegó hasta la puerta de la escuela y vio todo el dispositivo del Samur montado al lado de nuestra escuela, cabe recordar que estábamos a dos calles de la c/ Tellez. Si te acuerdas de D. Santiago, el dueño de la tiendecita de al lado, como nos dijo que sintió temblar el suelo o el comentario de nuestra profe Marta sobre el olor que quedó tras las explosiones…

    El viaje de vuelta a casa fue peor que la ida, si recordáis al principio no hubieron imágenes sobre la explosión de dentro de la estación de Atocha, sabía que habían sido en el andén 2, pero ignoraba que fueron en el punto exacto del andén dónde Carmen y yo esperábamos a diario nuestro tren de Alcobendas/San Sebastián de los Reyes (uno de los siniestrados)…

    Es de justicia que todos guardemos hoy un sentido recuerdo por todas las víctimas. Que sientan que no les hemos olvidado, podrían llegarlo a pensar viendo deteriorado a su monumento de Atocha, supongo que para hoy lo habrán arreglado... en fin.

    Un homenaje precioso, Faty!
    Besinessss

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  5. Me has puesto la piel de gallina Fátima y el comentario de Lady Boheme también.
    A todos nos afectó mucho este horrible día, pero, sin duda, vivirlo más de cerca marca mucho más, si cabe.

    Me ha encantado como has descrito la parte del olor a cera. Los olores provocan sensaciones... sentimientos... olor a dolor.

    Un abrazo.

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  6. Madame, hoy es uno de esos dias en los que no hay nada que celebrar. Terrible aniversario el que se conmemora hoy. La huella que dejó el atentado es profunda. Tardará en desaparecer.

    Feliz tarde

    Bisous

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  7. LaLolaSh:

    Gracias por tu apoyo, LolaSh, todos coincidimos en que sucesos así de trágicos nunca se olvidan; a todos nos afectó de una u otra manera a pesar de las distancias.

    Un beso.

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  8. Lady Boheme:

    Muchas gracias por pasarte a comentar, no te preocupes por haberte extendido, no hay límite de palabras para los comentarios y menos si se trata de compartir una experiencia como esta.

    Desde luego que recuerdo que en la línea que pasa por Torrejón pusieron varias bombas y no sabes cuánto me alegro de que no te saltaras las clases ese día y haberte conocido años más tarde; creo que mucha gente puede decir esto mismo, tanto que suena a repetitivo, pero es cierto, bien sea casualidad, destino o como cada uno lo quiera llamar, aquí estamos, para dar testimonio de ello.

    Creo que, a pesar de todo el dolor, las pérdidas de vidas humanas y todo lo que conlleva esta tragedia, podemos aprender algo de todo esto; como bien señalas, aún existe un sentimiento colectivo que mueve ciudades enteras, un país entero, que se dice pronto, y ojalá no perdamos nunca esa unidad y conexión con las personas aunque no las conozcamos de nada, porque eso es lo que nos hace verdaderamente humanos.

    Muchas veces me he preguntado qué clase de fuerza mayor hizo que se salvara más gente de la prevista por los terroristas porque es cierto que las bombas estallaron a destiempo y pretendían hacer más daño que el acontecido en la estación de Atocha.

    Yo he entrado al monumento que se hizo en Atocha un par de veces, pero la sensación es incómoda y me provoca mucha tristeza, es una calma extraña, una quietud que no es sinónima de tranquilidad; y verdaderamente uno se encuentra más en paz en el bosque de cipreses del Retiro, ya no sé si es porque se pierde esa sugestión o porque el espacio abierto no crea esa sensación de claustrofobia.

    Un beso muy gordo y alegrémonos por habernos conocido años después para intercambiar estas vivencias además de una amistad.

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  9. Guerrero ilustradora:

    Hola, Bea; gracias por pasarte por el blog y más en este día.
    Cómo olvidar ese Lunes 15, el de vuelta a la escuela... ¿Verdad? El silencio pitaba en los oídos y ese olor a cera se había impregnando en cada rincón de la estación; nada te puedo contar que no sepas ya o que no hayas sentido al mismo tiempo que yo, tú eres una de las personas que estaba conmigo ahí, en el día a día en la escuela, compartiendo aula, profes y todo..

    Vaya sí me acuerdo de Don Santiago, “el entrañable” como nosotros le llamábamos cariñosamente, el pobre hombre lo primero que pensó es que un terremoto estaba sacudiendo Madrid y ante el desconocimiento se metió debajo del mostrador en cuanto sintió el temblor para ponerse a salvo.
    Nuestra profe Marta tuvo una entereza y un aplomo increíbles mientras nos estuvo contando cómo vivió las explosiones tan cerca de su casa y ese olor tan característico que persistió en la atmósfera tras estallar las bombas.

    El viaje de vuelta a mí no me afectó tanto pues mi tren estaba justo en la otra punta del vuestro, enfrente del que se montaba Erika; y después de todos los besos y abrazos que os di a todos me quedé como descargada de tensiones, más tranquila por decirlo de alguna manera.

    ¡Un beso enorme!

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  10. CreatiBea:

    Siento haberte hecho pasar un mal rato y que a muchos de vosotros se os salten hasta las lágrimas, que es lo que justamente me ha pasado a mí al escribir la entrada y sobre todo al releerla antes de publicarla.

    Respecto a la descripción de los olores es que es una de las cosas que más me afectan además de las imágenes, obviamente; a veces puedo ser capaz de reconocer un lugar o acordarme de algo por un olor en concreto, sin recordar qué percibió en ese entonces el resto de mis sentidos.

    Gracias por tu comentario, espero que la próxima entrada sea mucho más alegre...
    ¡Mil besos!

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  11. La Dame Masquée:

    Ya ve, madame, no es un día de celebración, pero sí de tener presente un recuerdo que no sería ético ni lógico obviar ni estaría bien olvidar por muy doloroso que sea.
    Las víctimas merecen todo nuestro respeto y muchos de nosotros siente que ha perdido un pedazo de su vida en esos trenes.

    Como bien dice, va a ser muy difícil de cerrar esa herida por la cual muchos aún sangramos, y cuando medianamente selle nos va a dejar una
    cicatriz enorme en el alma.

    Un beso.

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  12. Aun recuerdo ese día por la sucesión de sentimientos que se agolpaban queriendo salir. Tras el bloqueo por la sorpresa e incredulidad... ira, dolor, rabia, impotencia...Ese día todos lloramos en casa.

    Besos.

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  13. Carlos63:

    Gracias por tu comentario, Carlos; la primera fase que comentas, esa de incredulidad, a mí me duró hasta que recibí la segunda llamada para preguntar dónde y cómo estaba; es extraño como las sensaciones y emociones que tuve me hicieron dislocar y distorsionar la noción del tiempo, a veces los segundos parecían que transcurrían muy deprisa y otras veces muy lento.

    Un beso.

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  14. Todavía se me saltan las lagrimas leyendo como sucedió todo aquello. Solo una cosa: Pedir a todo el mundo que cosas así no vuelvan a suceder nunca más. Nadie se merece esto y nunca olvidaremos a los fallecidos ni a sus familias, porque podíamos haber sido cualquiera de nosotros.

    Un abrazo muy fuerte amigos!!!

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  15. Muchas gracias por tu comentario, Ito; yo también deseo que sucesos así no vuelvan a ocurrir jamás y ojalá nadie tenga que pasar nunca por esto ni por nada similar.

    Bastante tenemos ya con las catástrofes naturales que acaban con un montón de vidas, como la que está ocurriendo actualmente en Japón, como para que seamos tan estúpidos de matarnos entre nosotros mismos y encima utilizando a Dios como excusa...
    ¿Cómo puede ser que después de tantos siglos de civilización y racionalidad hay quienes creen que obran bien matando en nombre de Dios? Desde luego, me niego rotundamente a creer que ese Dios exista, el concepto que tengo yo de Dios dista mucho de esa definición de dar muerte a las personas y odiar a mis semejantes; las malas interpretaciones que se le da a la religión causan tragedias como esta.

    Un beso.

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